Terapias Reparativas: ¿Hay Razones Para Descartarlas?

Las terapias reparativas (TR) , también conocidas como “terapias de conversión”, son intervenciones dirigidas típicamente a personas gays, lesbianas, y bisexuales con el propósito de que estás desistan o abandonen sus deseos, conductas u orientación sexual homosexual o bisexual, y re-dirijan la misma a una orientación heterosexual. Detrás de todo esto persiste la idea de que la homosexualidad es una elección de vida y una muy mal hecha por cierto. Según los propulsores de las TR, la homosexualidad trae consigo repercusiones dañinas, tales como entrar en conductas anormales, destructivas, pecaminosas y que apartan a la persona de sus seres queridos y principalmente de Dios.
Se notará de inmediato la alusión a aspectos religiosos. Esto se debe a que las terapias reparativas, con algunas pocas excepciones, están enmarcadas a nivel ideológico en la perspectiva de que la homosexualidad es una desviación de una vida virtuosa, correcta, tal como se lo propuso Dios al hombre y a la mujer.
El propósito de este artículo no es realizar una revisión de literatura sobre este tema. Mi propósito es uno diferente y consiste de esbozar y defender la siguiente tesis: las terapias reparativas son inefectivas, potencialmente dañinas y sus practicantes deben de desistir de esta práctica de inmediato. A continuación explico mis aseveraciones:
Las TR no tienen un bagaje ni un sustento creíble clínico ni empírico que avale su aplicación. Las TR no cuentan con ninguna teoría científica creíble para endosar su aplicabilidad. Su sustento se resquiebra ante alegatos anecdóticos, suposiciones infundadas y una falta de evidencia persuasiva de su aplicabilidad. Todas las revisiones de literatura que se han publicado sobre este tema, llegan a la misma conclusión. Las TR no cuentan con un sustento empírico ni teórico. Cramer y colaboradores (2008) por ejemplo, en una revisión de literature abarcadora, concluyeron: “Las terapias de conversión no cumplen ni siquiera los estándares mínimos de las prácticas basadas en evidencia, y tomando en cuenta la multiplicidad de reports que indican daños psicológicos, nos parece que la terapia de conversión no sólo no posee una base empírica como una opción de tratamiento, sino que hay cuestionamientos serios sobre el racional ético de su uso.” Asimismo, el andamiaje teórico de las TR no tiene su base en investigaciones empíricas ni en los últimos modelos teóricos sobre género, sino que se basan en un simplismo apabullante, alegando que la homosexualidad es una decisión de vida y que lo que hay que hacer es decidir revertirla.
La homosexualidad, tanto en hombre como en mujeres, no es una enfermedad ni un trastorno. Ya ni siquiera vale la pena seguir haciendo énfasis en este punto. ¿Por qué? Porque es harto conocido que todas las organizaciones clínicas y científicas han desacreditado la aseveración de que la homosexualidad es un trastorno. Tanto las organizaciones psiquiátricas, de trabajo social, de psicología, de sexología y de pediatría han hecho declaraciones tajantes al respecto: la homosexualidad NO es una enfermedad mental.
La práctica de las TR no sólo es inefectiva, sino que ya sabemos que causa daños en un número preocupante de pacientes. En un caso que yo documenté (el caso de Camilo; Martínez-Taboas, 2017), el paciente estuvo 14 meses en TR. Durante las sesiones su psicólogo oraba con él, invocaban a Dios para la remoción de su homosexualidad, y se pedía la curación divina. Su psicólogo le aseguraba que la homosexualidad era dañina y que tenía que erradicarla para que él fuera feliz y funcional. Las terapias fueron muy intensas y catárticas, pero luego de 14 meses, Camilo aún tenía su identidad y orientación gay intacta. Al terminar la terapia, mi paciente se sintió derrotado y defraudado. Me indicó: “Esas terapias hicieron que yo empeorara”. La experiencia de Camilo no es atípica. De hecho, varios investigadores han resaltado el potencial significativo de daño iatrogénico que producen estas terapias. Asi, Schroeder y Shidlo (2001) y con más de 200 personas que pasaron por TR, encontraron que el 90% se sentían peor que antes del inicio de las intervenciones. Específicamente se incrementó la depresión, ideación suicida, baja auto-estima, homofobia internalizada, odio a los padres, aislamiento social, vergüenza, pérdida de su pareja y amistades previas, pensar que le falló a Dios y trajo consigo otras luchas espirituales. Estos hallazgos han sido encontrados por otros clínicos e investigadores. La idea de daño iatrogénico producto de las TR no es de extrañarnos. La persona que entra y participa en las TR se le dice lo siguiente: Dios detesta tu pecado; si recibes a Dios te sanará de tu homosexualidad; aléjate de tu pareja y amistades gays; te sanarás de tu homosexualidad y serás feliz, etc. El resultado es que la persona no cambió su orientación ni deseos sexuales y ahora piensa que le falló a Dios; que decepcionó a su psicólogo; que no tiene fuerza de voluntad; ahora se le recrudece una homofobia internalizada; y perdió sus amistades anteriores, quedando así en un limbo doloroso. Creo que la siguiente cita, de una mujer lesbiana, resume mucho de lo expresado: “Yo quería morirme luego de la terapia. Me sentí como si nunca podría cambiar y nunca ser ‘curada’. Esa terapia le hizo daño a mi auto-estima. Yo quería morirme. Me sentí como si esta terapia de conversión me hubiese quitado quien realmente yo era...me quitó mi dignidad.”
Innumerables organizaciones de trabajo social, psiquiátricas, de pediatría y de psicología han denunciado las TR como inefectivas y potencialmente dañinas. La lista de organizaciones que ya se han pronunciado de manera clara y tajante sobre este asunto es impresionante. Veamos solo algunas de ellas: National Association of School Psychologists, American Psychiatric Association, la American Psychological Association, la National Association of Social Workers, la Canadian Organization of Social Workers, la American Academy of Pediatrics, la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, la American Counseling Association, la American Medical Association, la Asociación de Psicología de Puerto Rico, la Royal College of Psychiatrists, la British Association of Behavioral and Cognitive Psychotherapies y la Substance Abuse and Mental Health Services Administration. Como una mera ilustración, cito el documento oficial de la World Psychiatric Association. “There is no sound scientific evidence that innate sexual orientation can be changed. Furthermore, so- called treatments of homosexuality can create a setting in which prejudice and discrimination flourish, and they can be potentially harmful. The provision of any intervention purporting to “treat” something that is not a disorder is wholly unethical. WPA considers same-sex attraction, orientation, and behavior as normal variants of human sexuality. It recognizes the multi-factorial causation of human sexuality, orientation, behavior, and lifestyle. It acknowledges the lack of scientific efficacy of treatments that attempt to change sexual orientation and highlights the harm and adverse effects of such “therapies”.
Las organizaciones principales que han defendido las TR han caído en el descrédito y las controversias escandalosas. Por ejemplo, en el 1976 se formó la organización de ministerios religiosos conocida como Exodus. La misión de Exodus era “movilizar el cuerpo de Cristo para administrar su gracia y verdad a un mundo impactado por la homosexualidad”. Exodus se describía como “la unión principal de iglesias, individuos y familias que ofrece un mensaje bíblico acerca de la atracción del mismo sexo”. La misión millonaria de Exodus era postear una campaña de “pray away the gay”. Entre sus declaraciones están: “la homosexualidad y el impulso homosexual es siempre impulsado por un sentido de vacío. Esto no tiene nada que ver con el sexo”. Exodus cayó en crisis por varios eventos. Uno fue traído por el psicólogo Jeffrey Ford, quien administraba terapias reparativas en su ministerio. A pesar de asegurar de que él ya no era gay, en sus viajes de ministerio se enamoró de otro hombre y eventualmente denuncia a Exodus como “barbárico y abusivo”. Peor aún, en el 2006 Michael Bussee, un líder fundador de Exodus, emitió una súplica a la comunidad LGBT pidiendo lo perdonaran “por el daño y mi envolvimiento con EXODUS, de verdad lo lamento”. Bussee emite este comentario luego de reconocer que se enamoró de otro hombre (Gary C) que también administraba terapias reparativas. Ambos dejaron a sus esposas y se casaron. Eventualmente, el Presidente de Exodus International (Alan Chambers) admitió que no había una cura para la homosexualidad y que la TR era potencialmente dañina. Ya para el 2013 se anunció que Exodus cerraría sus puertas. La admisión oficial dice: “Exodus es una institución del mundo conservador cristiano, pero ya dejamos de ser un organismo viviente. Ya por algún tiempo hemos quedado presos de una vision de mundo que no es ni honorable hacia otros seres humanos, ni tampoco es bíblica. La Junta Directiva ha decidido unánimemente cerrar la agencia”. Luego de resumir estos cinco puntos, la pregunta es: ¿puede o debe un psicólogo utiliza las TR con sus pacientes? ¿Les está ofreciendo este colega un servicio creíble y bien fundamentado en las ciencias psicológicas a dichos pacientes? ¿Está siguiendo este colega las guías internacionales de su profesión? Las contestaciones: No, No y No. Repito: No, No y No. Ya en el 2019 queda despejada cualquier duda: ofrecer terapias reparativas no tiene ninguna justificación dentro de nuestra profesión. Más explícitamente, no hay justificación empírica ni tampoco ninguna teoría psicológica creíble para la utilización de las mismas. Más preocupante aún, hay evidencia de que estas intervenciones son potencialmente dañinas. Por lo tanto, si un colega se aventura y arriesga a utilizar estos enfoques desacreditados y potencialmente dañinos, se está exponiendo a posibles multas o sanciones dentro de su profesión. Peor aún, su credibilidad como psicólogo o psicóloga queda en entredicho y en serias dudas. Claro está, en las iglesias y templos religiosos se practican exorcismos, ayunos, imposición de manos, oraciones y otras actividades para alegadamente curar cáncer, desviar huracanes, evitar infortunios, ad infinutum. Si una persona homosexual va a una iglesia o templo religioso para que le “reparen” su homosexualidad, ya nuestras guías profesionales no se aplicarían a este contexto. Recordemos que en el contexto religioso lo que impera es la fe; pero en nuestra profesión es la rigurosidad, la ciencia y una conducta ética fundamentada por las organizaciones que avalan nuestra profesión. Antes de finalizar, debe quedar diáfanamente claro que la posición de la APPR ha sido pionera en Puerto Rico. Personas como los doctores José Toro-Alfonso, Miguel Vázquez, Caleb Esteban y este servidor expusimos ante la Asamblea de la APPR varias mociones condenando y exponiendo el carácter pseudo-científico de las TR. Dichas mociones fueron avaladas por la asamblea de manera unánime. Más aún, recientemente el Dr. Caleb Esteban fue invitado y estuvo representando a la Asociación ante la legislatura apoyando y exponiendo las fallas del Proyecto del senado 1000, que pretende ilegalizar las TR en menores de edad. Esto nos evidencia la preocupación que se tiene, no tan solo como disciplina, sino que a nivel nacional en cuanto a las TR y sus repercusiones negativas. Contestando la pregunta del artículo: ¿Hay razones para descartarlas? Si, y muchas. Ya llegó la hora de que al unísono los psicólogos/as desechemos estos procedimientos que en última instancia constituyen una sombra oscura en el pasado de nuestra profesión.
Artículo publicado en el Boletin 42 [1] Enero 2019
Cramer, R. J., Golom, F. D., LoPresto, C., & Kirkley, S. M. (2002). Weighting the
evidence: Empirical assessment and ethical implications of conversión therapy. Ethics & Behavior, 18, 93-114.
Martínez-Taboas, A. (2017). Un caso complejo de trastorno límite de personalidad.
Revista Griot, 10, 3-14.
Schroeder, M., & Shidlo, A. (2001). Ethical issues in sexual orientation conversion
therapies: An empirical study of consumers. En A. Shidlo, M. Schroeder & J. Drescher (Eds.), Sexual conversion therapy. New York: Haworth Medical Press.